Dña. Josefa López
Ayala, maestra jubilada del CEIP Miguel Medina
Ayer día 26 de octubre de 2025 nos dejó
Dña. Pepa; Pepa para quienes la conocimos y tuvimos la suerte de haber
trabajado con ella. Lo hizo sin hacer ruido, como era ella, junto a sus
familiares más cercanos.
Dña. Pepa era buena persona, como hija,
esposa, madre y abuela. Le gustaba hablar de sus tres hijos, siempre con
orgullo pero también con preocupación por su futuro y más adelante pasó a
hablar de sus nietos. Lo hacía con mucha ilusión, se le notaba en las palabras
y sobre todo en la cara. Los adoraba y no podía disimularlo.
Con el paso de los años, su preocupación
se centraba más en su hija. ¡Mira que a mi hija le ha dado por meterse en la
política! ¿Qué necesidad tiene ella?, decía preocupada. No se si llegó a
acostumbrarse pero la preocupación se convirtió en un gran orgullo. Siempre
estuvo orgullosa de su hija y de sus dos hijos.
Sobre todo se va una madre, aunque una
madre nunca nos deja realmente, siempre están cuidando de nosotros, aunque ya
se hayan ido. Una madre es la única persona que sin ninguna duda daría la vida
por un hijo/a caso de ser necesario y no creo que haya mayor prueba de amor.
Pero Dña. Pepa también fue maestra, del
Colegio Miguel Medina de Archena, una buena maestra, de aquella época en que
aquello era algo más que una profesión, probablemente como para la mayoría de
los que la ejercen hoy día pero cada época tiene su historia.
Dña. Pepa, como sus compañeros y
compañeras de aquellas generaciones, de los que por culpa de la edad van
quedando menos, no sólo te enseñaba las cosas de la escuela, es decir, a leer,
a escribir, a calcular, a pensar, a opinar, a ser educado, a hacer
manualidades, etc. Ella estaba ahí, junto a sus niños y niñas, se preocupaba
por ellos, conocía a sus familias, sus problemas, sus inquietudes y notaba con
sólo mirarlos cuando les ocurría algo. Entonces hablaba con ellos y los
tranquilizaba o los ayudaba en lo que podía. Siempre sin perder la compostura,
bien vestida, con el pelo siempre arreglado, transmitiendo la buena imagen que
por respeto al lugar y al trabajo que desempeñaba siempre tuvo. Nunca la
perdió, ni siquiera en los momentos en los que la enfermedad castigaba.
Por ello, cuando se nos va una maestra, aunque
hayan pasado muchos años desde los tiempos de la escuela, se nos va algo de
nosotros: mi maestra, la que me enseñó a leer y a escribir, aquella buena mujer
que me abrazaba de pequeña cuando lloraba, la misma que me curó cariñosamente
la rodilla aquella mañana cuando me caí en el patio de recreo, la que muchos
años después seguía preguntándome cómo me iba, cómo estaba mi familia y se
alegraba de mis alegrías y se entristecía de mis penas. Y es que Dña. Pepa
también fue una madre para sus alumnos y alumnas. Sí, aquellos maestros
ejercían algo más que una profesión.
Como compañera veterana te enseñaba, te
aconsejaba, pero siempre con humildad y con respeto. Le gustaba y disfrutaba
también de las cosas nuevas que aportábamos los más jóvenes y te daba la enhorabuena
por el trabajo hecho. Se llevaba muy bien con los compañeros y compañeras,
veteranos o nuevos. Era acogedora, te hacía estar bien con ella y no le conocí
un mal gesto ni una palabra más alta que otra.
En definitiva, Dña. Pepa ha sido un ejemplo
, en su vida personal y familiar pero también en la profesional.
¡Pepa, tus compañeros y compañeras nos
sentimos felices por haberte conocido y orgullosos por haber trabajado a tu
lado!.
Puedes ir en PAZ y descansar en ese
maravilloso lugar al que llamamos Cielo, junto a tus seres queridos que seguro
te esperaban con los brazos muy abiertos.
¡Un fuerte abrazo
a toda su familia!
(Miguel Aroca Bernal, 27-10-2025).